"...Unicamente quisiera demostrar que mis instintos, justamente porque eran naturales en mí, podían desarrollarse durante largo tiempo sin que yo me diera cuenta. La gente que habla de oídas se equivoca casi siempre, porque sólo ven lo de fuera y lo ven de una forma grosera. No se figuran que los actos que juzgan reprensibles puedan ser al mismo tiempo fáciles y espontáneos, como lo son la mayoría de los actos humanos. Echan la culpa a los malos ejemplos, al contagio moral y sólo retroceden ante la dificultad de explicarlos. No saben que la naturaleza es más diversa de lo que suponemos: no quieren saberlo porque les es más fácil indignarse que pensar. Elogian la pureza, pero no saben cuánta turbiedad puede contener la pureza. Ignoran, sobre todo, el candor de la culpa..."
Marguerite Yourcenar (1971). Alexis o El Tratado del Inútil Combate. Editons Gallimar. p. 50